lunes, 5 de abril de 2010

hoy.

Encuéntrame en la soledad, deja que me llene, cuando lo haga, invítala suavemente a marcharse.Que la soledad, es ese espacio de encuentro en el que el cuerpo, estático, nunca debiera de caer preso.Y si quieres, y si insistes. Cuando te acepte te leeré, cuando te conozca me gustarás…igual algún día…si siguen luchando te ponen una casilla…
Grandeza delirante en esa vida que no ha parado de vibrar. Desde que te fuiste soplan aires de libertad en la cara….se enreda mi pelo de la ventisca y cuando llego a casa…no siento el cuerpo. Ahora sí, efímero. La amarga mediocridad de los cafés que endulzas con sacarina. Oye, ¿me escuchas? La próxima vez que no vaya a soñar, avísame para que no me duerma…paso de perder el tiempo.
Hola ¿Qué tal? Bien, tal, pascual…marciaaaaaaaano loco. Lo que yo decía es que: “no quiero cortar el hilo que nos une, simplemente desatarlo ya lo uniremos algún día de nuevo en un nudo bonito que no nos corte la circulación. Aunque prefiera no sentirme antes de ver el espacio que nos separa. Aunque tu tampoco lo quieras y también te duela…y bueno, eso.” Sí.
Es verdad, ya no hay migas de pan que me marquen el camino, era fácil pero…coartaba mi libertad. Ayer cantaban “libres” cinco culos en un diminuto coche mientras reían por ser diferentes y alardeaban de ello, al mismo tiempo que ridiculizaban al resto. Ante el resto los ridículos siempre serán ellos. En cierto modo todo da igual…siempre serán cinco culos.
¡Que no te muerdas las uñas!
¿Es que sólo se puede naufragar en islas? Pues ahora que conozco el peligro…seré responsable, pero joder…déjame navegar.Es verdad, aún lloro a veces. A veces lloro aún. Qué triste cuando escribes todavía.
Con ibuprofeno y guardando reposo no se pasa mi mal.
Cuando me avisen del fin del mundo, te buscaré…y si no te encuentro, moriré por el camino.¡Eh, tú! Vamos, ¡acompáñame! Vale, vale…pero en el puente, en la cuesta del puente, ayúdame…que yo te acompaño, pero llevo tacones y me caigo.
¿Hola? No me obligues a hablar de hormonas.Se me olvidaba…. Calla, calla…no hables muy alto, ni vistas así. Calla que aquí se reservan el derecho de admisión. Pueden vetarte por ser cómo eres. A mi hubo una vez…que me censuraron la mirada, decían que lo sentían, pero que hacía mucho ruido. Normas…ley de vida.No, no, no, no…no, muy mal, muy mal. ¿Qué dices? Que muy mal, coño.
¿Los tiempos verbales, son otra manera de marcar el tiempo? Uff qué horror…y las personas, entonces qué son ¿una manera de delimitarlo?
La verdad, me confundo a veces con el hecho de que ya no sé si soy valiente o si tu, cobarde de ti, me haces quedar como si lo fuera. Asco de comparaciones. Hasta los intermitentes, tan sumamente cambiantes nos obligan a situarnos en un lado u otro del camino, ahora bien, si te ves mal…siempre puedes poner la señal de emergencia.No besabas hasta que besaste y ahora… ¿qué?Algún día, tuviste mi edad. Pero llevas razón, no se tu, pero yo…bebo mucho más de lo que debería.
Ahora que no espero nada, se que esperar no fue bueno…ni merecía la pena. Pero merece la pena solo por el hecho de que ya sé lo que no tengo que hacer. Esperar. No sé si es que tengo muchos vicios o me falta voluntad para dejarlos.
El caos es la falta de orden. El orden lo establezco yo. El caos no existe, porque hasta él mismo, tiene una ordenación.

lunes, 25 de enero de 2010

Tal vez fue una horrible pesadilla, tal vez fue la luna llena, tal vez fue la primavera,desperté de un sobresalto con el angustioso sentimiento de que tenía el cuerpo hueco, yo tenía un gran boquete en el esternón metí la mano dentro de mi pecho y descubrí con gran horror:


que sí..., que no...que es que yo no, que yo no tenía corazón,

que es que no veis que no, que yo no tenía corazón.


Mi corazón se me escapaba, saltaba de mi cama, salía de mi casa, se iba por ahí de farra. Sería que estaba deprimido, sería que estaba resentido, yo no sé por qué había sido ,pero mi corazón se había ido...y andando, andando, se desplazan los humanos …pero los corazones se desplazan palpitando, palpitando, palpitando....
Brillaba el cielo, había luna llena, brillaba la luna, clara como el sol por la mañana...yo iba siguiendo el corazón calle arriba y no sé por qué, empecé a romper retrovisores de los coches aparcados ¡Fuego…al Clero! Incendié una catedral y destrocé una sucursal….del Banco de Santander...


¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? porque no tengo corazón,

que es que no veis que no, que yo no tenía corazón.


Desvalijando ancianos, asesinando perros, atropellando niños, maldiciendo y escupiendo...me estaba envileciendo..., me estaba envileciendo...destrozándolo todo lo que me encontraba al paso. Y eso pasa si pierdes el corazón que te vas poniendo mala... me estaba sintiendo rara...¿me estaría volviendo mala?Es que no veis que no, que yo no tenía corazón. Es que no veis que no, que yo no tenía corazón.


Bueno, evitaré explicaros las escenas más escabrosas y macabras de una servidora, persiguiendo a su propio corazón, sin su corazón... La cuestión es que mi corazónse me iba..., pero se me iba mucho;
Se fue de la casa, salió del barrio, de la ciudad, se metió por el viejo cementerio, luego pasó por un chatarrero, luego otro sendero que se internaba dentro de un bosque y luego llegó a un recodo del río donde estaba el “Puente de los Suspiros” y ahí, mi corazón pues se encontraba... con otro corazón y los dos corazones se recostaban en la baranda del Puente de los Suspiros a palpitar, a palpitar... No, claro, eso está muy bien, claro... pero en fin...

Hay que organizarse...

hay que organizarse...

hay que organizarse...

hay que organizarse...


Porque, claro, te desorganizas y... primero se te va el corazón, pero luego se te van los riñones, o el hígado, o cualquier otro órgano... bueno, yo ya estaba a punto de organizarme cuando, detrás de un árbol, apareció un señor con una gabardina gris y un sombrero gris y un cazamariposas, se subió al Puente de los Suspiros y... ¡Zas!, cazó a los dos corazones... Yo, ya daba a mi corazón por perdido, pero de pronto, salió una chica de detrás de unos matorrales, y le tiró una piedra a la cabeza del señor de la gabardina y el sombrero gris y se cayó al suelo desvanecido.Entonces la chica se acercó y se presentó... ¡Hola!, yo soy la dueña del otro corazón, que también se me escapa mucho por las noches... últimamente, ya se sabe, que hay mucha gente que se le escapa el corazón y pues hay otras gentes malas, que los caza para hacer tráfico de órganos y estas cosas y yo, como tenía una piedra, pues he pensado, tírasela, sí... sí...


Hay que organizarse...,
Claro, hay que organizarse...claro.

Hay que organizarse...

hay que organizarse...

hay que organizarse...

hay que organizarse...


Bueno sí, y en eso, que pasaba por debajo del Puente de los Suspiros una caravana de esclavos, y pensamos... ¡Ya está!vendemos el caza-corazones al jefe de la caravana de esclavos y con el dinero que nos den, nos da de sobra para organizarnos.
Hay que organizarse...hay que organizarse...hay que organizarse...hay que organizarse...

Tengo que organizarme…la cuestión es que mi corazón, es la cuestión
.

sábado, 23 de enero de 2010

Bienvenido, Bienvenida... bienvenidos.

Quizás ahora sea el momento de apreciar lo que un día tuve.
Bienvenido amigo desconocido, bienvenido a mi… No me conozco, no tengo ni idea de quién soy, ni siquiera sé quién eres… ¿qué pintas aquí?, pero ahora que estás; te daré las gracias.
Puedes saludar a mis vacios, a mis noches sin dormir, puedes saludar a mis miedos, a mis secretos… puedes incluso saludar a todo lo que perdí desde que tu apareciste.

Pero apaga la luz, así estoy más a gusto, es mejor no verte…no vaya a ser que busque en ti lo que echo de menos. ¿Sabes? Me ha costado mucho llegar hasta aquí, dejar todo atrás, ahora no me falles, no me decepciones…yo había confiado en que tú me sacarías de lo anterior, que contigo no lo recordaría, confiaba en encontrar en ti todo lo que me daba.

Quédate, es muy triste la soledad… pero no te acomodes. No, no en mí, yo no estoy cómoda… no soy feliz, pero ahora, ahora eres justo lo que necesito… armonía, aunque sea mentira, aunque me engañe, aunque te engañe, quédate, y de ante mano te pido perdón, perdóname por utilizarte así, seguramente no lo merezcas, pero lo necesito… no soy autosuficiente, me ahogo, me doy miedo.
No esperes nada de mí no soportaría decepcionarte, necesito sentirme segura, necesito sentirme mi dueña. Necesito que su recuerdo se esfume…evanescer.

¡Espera! esa es tu razón de ser…por eso estás aquí; tienes tu oportunidad, que a mí ya me sobra el camino… ya me he demostrado que no cumples tu cometido. Estás aquí y no le llegas ni a la suela de los pies. Gracias, me hiciste verlo… todo claro.
¡Claro, eso era! Era todo y ahora tendré que recuperarlo.

Adiós, ten suerte. Perdóname!

…yo también espero perdonarme.

Pero despacio.

Inesperado este regreso de ilusión, se hizo esperar el tímido ápice de calor que proponías, la sinceridad que siempre te debí y nunca te di.
La vida pone a cada uno en su lugar, y este probablemente fuera el nuestro desde hace mucho tiempo, aunque no quisiéramos verlo, estamos aquí, ya no hay mascaras que nos impidan vernos, ni que nos vean.
Adiós a los tapujos, desde este momento te prometo que voy a ser yo, no callaré, ya no tendrás que leer entre líneas por fin, por fin… por fin serás tú para ti y yo, yo para ti también y si me apuras…más y más, pero despacio, no nos vayamos a equivocar de camino.
Curiosamente muchas veces sentí la necesidad de hablarte de mí, de mis miedos, de quién soy. Siempre sabrás que sentí que merecías mi confianza pero nunca me atreví, supongo que igual que tú, aunque claro tú siempre tiraste del diálogo…pensarás que no soy seria, porque siempre me reía.
Me enerva no poder mirarte a los ojos a veces, creer que mereces esa sinceridad que no tiene precio y está dotada de tanto valor. Recuerdo entre palabras y palabras…y más palabras, el final que un día marcamos en alguna conversación en la que ibas a decirme algo pero nunca te atreviste. Argumentabas entonces que era la vergüenza lo que no te dejaba hablar en aquel momento con claridad, pese a animarte a hacerlo decidiste salir por otra parte. Sé que aquel día me engañaste y que sentiste lo mismo que describía en párrafos anteriores, sentías que merecía que dijeras la verdad, pero nunca te atreviste a mirarme tan de frente.

Inesperado reflejarme en el espejo y encontrarme con quién soy.

El viaje.

Y cuando el tren ya había empezado a deslizarse sobre las vías frías, metálicas y sin rumbo fijo, sólo lejos, se hizo la última llamada: pasajeros al tren.
Fue entonces cuando me decidí a entrar, cuatro días antes te había dicho que cogería ese tren, a esa hora, en ese lugar…que no dudaría un instante en hacerlo. Qué lejos estaba el remedio a mi enfermedad si no eras tú y lejos es donde quiero estar si tú no estás .No lo niego, verdaderamente no puedo, es duro…cuesta, echo de menos tantas cosas.
De todos es bien sabido que los trenes retrasan su salida, que a veces se adelantan… pero hay una cosa que nunca falla, que siempre llegas tarde, si, si tú. Cuando digo esto una sonrisa atraviesa mi cara y no como un puñal sino como el más sincero y gratificante recuerdo de saber lo que es esperarte, la ilusión de saber que en un tiempo aparecerías allí como siempre y yo estaría enfadada, te pediría una explicación, aunque claro, yo no sabía que pese a llegar siempre como llegabas, tarde, yo tenía tanto tiempo para esperarte…cuanto menos para olvidarte. Supongo que como nunca dependió de mí…nunca supimos lo importante que era la puntualidad, más aún para viajes improvisados que nunca sabes hacia dónde irán y ni si te perderás por el camino, porque verdaderamente nunca me había importado esperar.
Pero ahora no hablemos de tiempo, tarde o temprano, qué más da…seguro que vuelvo y ¿cómo? Más grande y a la vez más pequeña, diferente pero igual, algo distinta. Con más arrugas en la piel, con cicatrices y nuevas heridas. Con la mochila de mi vida a mi espalda, con todo su peso, con la dificultad que suponga vivir como yo vivo, ser quién soy y ser diferente al resto, o ser tan igual a todos. Variedad respetable, siempre respetable. Aquí nada es comparable, ni tiene comparación, no sería justo.
Y el tren no entiende de pasados, presentes, ni siquiera de futuros. No tenía un destino y tampoco un billete vuelta. Era algo completamente aleatorio, admitía toda clase de pasajeros, pero no ofrecía comodidades. Lo cierto es que sus asientos estaban roídos por el tiempo, las diferencias, el frío había congelado sus pasillos y al pisar el peligro de caída era claro, quizás pudierais pensar que con el sujetaros a las finas barras de hierro que había en vertical a lo largo del pasillo os ayudaría a continuar el camino buscando el asiento que llevara vuestro número, el que ponía en principio en vuestro billete de ida a quién sabe dónde, a Lejos. No todo es tan sencillo, aunque haya seres humanos que tiendan siempre a simplificar las cosas, a buscar los extremos y a no contemplar la armonía de colores que hay entre un blanco y un negro cada vez más elocuentes, al fin y al cabo así es más sencillo. Las finas barras verticales estaban oxidadas por los años de uso, la cantidad de personas que tentaron su suerte confiando en ellas, apoyándose justo ahí en la apariencia que daba la seguridad de que al principio esa medida valía…pero hoy, hoy su aspecto no me daba seguridad para irme agarrando a ellas, oxidadas no ofrecían la misma seguridad que siempre, habría que buscar otra manera de avanzar.
Por no hablar de esos enormes ventanales por los que yo siempre luché…por ir pegada a ellos, un viaje no es lo mismo sin música a través de unos cascos y una gran ventana, unas gafas de sol y el horizonte. Las ventanas no son una, no son iguales. Teniendo en cuenta la dificultad de avance por aquel pasillo congelado y esas barras oxidadas que llenaron mis manos de ampollas era realmente decepcionante encontrar aquellas ventanas a lo largo del camino; algunas empañadas, otras congeladas, llenas de huellas, manchadas de barro…y a lo lejos cuando por fin encuentro una en la que se ve el exterior…corrí a por ella, ya era mía, estaba a mi alcance, por fin. Pero en la vida nada es lo que parece, y menos en aquel tren…era la ventana de la circunstancia, de la inclemencia del tiempo, del nunca sabrás que te deparará yendo en ella… una ventana que no tenía cristal. Sí hacía frío el frío rozaría directamente en mi cara cortando mi expresión. Si hacía calor quemaría mi cara, rasgaría mi piel, secaría mis sentidos. Igual que si lloviera, granizara, nevara…la alergia me atacaría en primavera y ¿por qué no? También habría pasajes en los que estaría a gusto, en los que disfrutaría del sol y vería noches estrelladas.

Fue entonces y solo entonces cuando me di cuenta de que el viaje no era tan apacible como yo esperaba, ni como te prometí, entonces sonreí; menos mal que no estabas allí, que no sufrías lo que yo, que estarías en casa, cómodamente durmiendo en tu colchón y que serías feliz así.
No todo es entendible y no tardaste en dar señales de vida, yo seguía sola, sin haber encontrado aún mi lugar en aquel tren, sin asiento, sin ventana, sin encontrar siquiera el número de vagón que me correspondía…sin tener ni siquiera destino. En un rincón, el único seco que encontré en todo el espacio que había recorrido, comido por el polvo apoye mi mochila y a su lado, exhausta, me deje caer, desfallecer y dormí sin saber que dormía, de haberlo sabido hubiera sido más complicado conciliar el sueño, por cierto, ¿adivinas? Soñé contigo.
Desperté en una parada en seco del tren, cuando conseguí alcanzar la verticalidad las puertas de aquel vagón estaban abiertas. Sentí una llamada tuya desde fuera, no estabas allí o quizás sí, ¡qué agobio me entró! No sabía reaccionar, si estabas allí no debía bajar, yo necesitaba ir a Lejos, no podía estar ya allí, el camino había sido tan breve, aunque eso sí: insufrible.
En aquel momento se me pasó por la cabeza darte otra oportunidad e invitarte a subir, pero… ¿qué podía ofrecerte? No tenía un asiento, ni vagón, ni grandes ventanales con vistas, ni un lugar donde dormir, ni destino. Si hacía falta alguna razón más para volver a dejarme caer y volver al rincón lleno de polvo esta fue una de ellas, ahora era aún menos de lo que era en nuestra primera despedida ¿quién dejaría toda la comodidad de la vida normal por aquello? Aquí entendí que a veces ni el amor te haría cambiar de idea, ni yo misma quería que cambiaras de idea porque entendí que para ti lo mejor era quedarte allí, en aquella extraña estación, en el andén, esperando ver que yo cambiara de pensamiento y que volvía a bajar del tren, me paraba frente a ti y volvíamos a esa extraña e insostenible situación del no saber qué somos, qué sentimos, ni a dónde íbamos.
Ciertamente yo no sabía a dónde iba tampoco mientras estaba en ese tren, pero por lo menos si no estaba cerca de ti, tú si sabrías a dónde ibas y me bastaba con eso, saber que tú estarías bien, esa era y es mi fuerza. Ese es el motivo de mi ausencia hoy y de mi viaje en ese desolador tren. Hoy ese es mi hogar, no estoy sola, hay muchos viajeros perdidos pero no hablan con nadie, tienen el corazón tan contaminado como el mío y no somos precisamente los más aptos para dar consejos, enfermos del no saber vivir, pensando que huir es, a veces, una solución. Convenciéndonos y afirmando que ojalá y no saliera el sol, por miedo a ver nuestras caras. ¡Pobres inconscientes! pues hay otro detalle en este tren; ya hemos hablado de sus asientos, de sus vagones, de sus pasillos, de sus puertas que solo se abren cuando hay momento para bajar o subir, de sus ventanas…pero no hemos hablado de que no hay un solo lugar en el tren en el que puedas ver un reflejo de ti mismo, no. Ni las ventanas reflejan nada, ni el hielo del suelo, tampoco el metal de las barras metálicas pues estando oxidadas….nada. Por supuesto nadie es lo suficientemente valiente como para acercarse al resto y buscar en sus pupilas un trocito de nosotros mismos, tenemos miedo a ver en sus pupilas su modo de vernos porque no siempre es como queremos que nos vean, porque no siempre es objetivo y porque tampoco nos queremos ver a nosotros mismos, nos tenemos miedo… por eso he tardado tanto tiempo en darme cuenta de que aquí no existen reflejos, hace tanto tiempo que no puedo mirarme a los ojos…

Pero el viaje sigue y en él, la triste sincronía de las miradas al otro, nunca se cruzan. Armoniosas. Como aquellos días que iba en el ascensor al llegar a casa y que tras saludar, no muy efusivamente a mi acompañante en aquel pequeño habitáculo, miraba al infinito, leía las normas de peso, número máximo estimado de personas que pueden entrar simultáneamente, miraba como avanzaba el contabilizador de los pisos que subía o bajaba…pero por todos los medios intentaba que nuestras miradas no se cruzaran. Allí en el tren, exactamente igual, pero sin el típico, estúpido y frío saludo.

Los días se hacían eternos y la música la única sincronía con el mundo exterior, en mi casa dejé todos los medios de comunicación que existían hasta la época, en mis bolsillos cabían los recuerdos de lo verdaderamente importante, ellos saben quiénes son, de nada vale nombrarlos aquí, este tren no merece escuchar sus nombres.
Solo estaba yo, en mi compañía, la misma música de siempre y los acordes de mi guitarra que lucía más viva que nunca en aquellos vagones. Era vida entre tanto mal y una vez más demostró ser la verdad. Aunque hasta las dos semanas de viaje no me atreví a sacarla de su funda, llegó el día en el que ya no podía aguantar su ausencia, y resplandeciente se hizo un hueco en aquel, mi rincón, haciendo vibrar cada una de sus cuerdas conseguí los acordes adecuados para marcar el ritmo de aquellos días.
Entre tanta oscuridad llamó la atención, no de todos, claro… pero sí de muchos de mis acompañantes que movidos por la curiosidad de saber qué color tendría aquel sonido se despojaron de sus cascos y se abrieron a conocer un trocito de mi, de mi cura, de mi enfermedad.
Conseguimos entonces comprender que cada uno de nosotros teníamos una peculiar manera de contar nuestra historia, que yo la escribía como ahora hago, que otras veces también la hacía música y la cantaba, que otros la contaban en verso, otros hablaban, otros simplemente se limitaban a escuchar las de los demás, otros lloraban, otros se estremecían, otros seguían con sus cascos en su burbuja de aire infinito sin la más mínima intención de compartir el viaje, otros tenían miedo de quitarse los cascos pero animados por la reacción general que iban observando superaban sus propias limitaciones…otros, otros, otros…

Lo cierto es que nunca jamás volví a bajar del tren de la vida, de sus olores, sabores, de sus historias, de sus ocupantes, de sus colores, de sus detalles, de sus circunstancias, de sus silencios, de sus caprichos, de sus obsesiones, de sus juegos, de sus dudas, de sus miedos, de sus atajos, de sus estrellas, de sus ventanas, de sus salidas, de sus entradas, de sus andenes, de sus vías, de su infinitud, de todo lo efímero, de su paz, de su amor, de sus amistades…que a medida que el tren avanzaba yo avanzaba por sus pasillos, encontré a mis amigos, mi familia, te encontré a ti… cada uno con su circunstancia, cada uno contaba su historia como quería…como todos los “otros” de los que hablé en el párrafo anterior y ellos me encontraron a mí, a mi manera… quién sabe dónde, cómo, en qué circunstancia…o cuándo, pero era yo.

Ahora entiendo, que en la vida nunca podrás decir: ahora entiendo.

viernes, 22 de enero de 2010

=)

Si te animas a marcharte
no te cuestiones volver
Si no olvidas lo vivido,
quizás no lo hiciste bien.

Si te persigue su rostro.
Si te inunda la impaciencia.
Si no me hablas de entereza.
Si no sabes lo que hacer.

Si te ahogas por las noches,
en un vaso...qué vacio.
Si buscas calor en brazos,
que no te quitan el frío.

Escribiendo tu canción,
me he topado con la mía
Aunque se que ya es de noche
yo ya pienso en otro día
Y quizás mirar al sol cara a cara,
frente a frente
que no haya de repente
sombras a mi alrededor.

Qué es lo facil, lo valiente
Cuál el límite de error
si en los ratos que recuerdo
ya no busco explicación

Si ahora que estás tan lejos,
aparece un corazón,
que me ha inundado de vida,
que me llena de ilusión .
Si es el tiempo que buscamos,
llena de satisfacción,
me despido caminando,
con luz clara alrededor.
Escribiendo tu canción,
me he topado con la mía
Aunque se que ya es de noche
yo ya pienso en otro día
Y quizás mirar al sol cara a cara,
frente a frenteque no haya de repente
sombras a mi alrededor

martes, 19 de enero de 2010

Amor propio.

Amor propio.

No te entiendo, qué contraste, como vienes…te vas, con esa facilidad tan característica del querer tenerte siempre y cuanto más se te anhela, menos existes.

Es justo eso, cuando me acuerdo de ti, es siempre, siempre, siempre cuando no te tengo presente.

Existen tantas opiniones sobre lo que eres y representas para el mundo, que probablemente todo el mundo se equivoque al juzgarte a la ligera.

Son y somos muchos los ignorantes que alardeamos/alardean de tenerte siempre presente…cuánto menos son también muchos los que nos/les recuerdan que no tenemos amor propio.

Lo curioso de la vida es que nunca llueve a gusto de todos, diferencias y carencias, hay orgullo, hay despojos.

Los elogios se destruyen cuando se ven atacados, entonces quizás por miedo, dejan de ser objetivos y lo que antes era bueno se convierte en lo peor.

Lo difícil de la vida es ser sincero con uno mismo.

Amor propio.

No te entiendo, me agobias, me das miedo, te respeto, me respeto y no hablo más de ti.

Capricho, Obsesión.

Capricho, divino tesoro de lo humano. Quiero, quiero, quiero… cuando lo tengo, siguiente por favor esto ya no me sabe a nada.

Obsesión, cabe en mí y cabe en ti, cabe en cada uno de nosotros… si no ¿por qué no te olvido? Que en esta vida hay que buscar atajos que nos la hagan más fácil, si no estás a la altura, me olvido de ti.

Pero aún hay tiempo, juro que lo hay y que lo sigo esperando, pero VEN no tengas miedo, ven que te espero, pero de verdad…que sea sincero, que me acuerdo mucho de ti.
Que sí, que aún en tus silencios sigues hablando de mí, como yo ahora mismo, pero yo no lo niego y tú sí.

Que no sabemos cómo ni por qué pero seguimos aquí en el mismo punto que lo dejamos… jugando al acierto cuando sabemos que no deberíamos jugar ya a estas alturas.

Me ofendo, sé que no tengo argumento para discutir más por lo mismo, si yo no fui lastre, ahora no lo seas tú y siempre te recordaré bien, eso no hace falta ni que lo dudes.

Que cuando se trata de echar de menos no me debo comparar a ti; qué importa más o menos, el caso es que lo hago. Que se callen los silencios que aquí nada es comparable, ni tiene comparación, porque no sería justo…nunca fuimos lo mismo.

en, entre.

En la tierra del todo o la nada, la verdad no es sino, más que un punto medio inexistente.

Entre mis pasiones la inercia suele ser hablar de ti.

En la guerra, vencedores y vencidos, suelen depender del punto de vista.

Entre tus palabras, puñaditos de verdad.

En las manejas del presente, el objetivo no siempre es nítido.

Entre los pasos caminados, siempre habrá un horizonte difuminado.

En la búsqueda, la pérdida de tiempo, que lo que tenga que venir vendrá.

Entre la apatía de no ver el futuro, lo horrible de la decepción.

En los años que me queden: “que me quiten lo bailao”

Entre líneas paralelas no hay cruce en el infinito.

En el agobio y desesperación, siempre habrá tiempo para la queja.

Entre el “mañana” se encuentra “el día siguiente”

En la consciencia siempre hay ápices de lo contrario.

Entre mis necesidades, siempre sobra algún capricho.



En escritos como este, hay tres puntos suspensivos…
Hola nueva ilusión. Constantemente hueles a resaca, pero no empacha mi sin razón, las noches así nunca acaban.
Efímero como todo en la vida. No te he buscado, no eres la forma que quería, sé que es un imposible, pero me vales para mirar más allá.
Hola nueva ilusión. Qué grato fue conocerte, qué suerte sin haberte buscado, qué grande el haberme demostrado que eres todo lo contrario a lo que un día fue.
Efímero, como esa sensación. Siempre la misma situación de elegir, frágil… pierdes. Según qué hagas dejarás atrás otro camino, vivirás en el ¿y sí…?
No todo es malo, ni nada en concreto

Resignación, elección, duda, puedo, los tres puntos suspensivos. Rencor, miedo, celos, envidia, infravaloración. Libertad, ironía, buscar tantas otras cosas, un etcétera tan largo…un punto y final como este.

Todo es vida, todo merece la pena.

Este es mi secreto, el que nunca nadie sabe. Ahí soy fuerte, justo ahí.
Qué sabe nadie dónde ni cuándo.
Mientras tanto, duermo… duermes.
Ciao.

martes, 12 de enero de 2010

recuerdo que recuerdas, recuerdas que recuerdo...

Un día, sí.

No hace mucho tiempo, ¿recuerdas? Amenazaste con darme ese beso que desde que te cerré aquella puerta anhelé.

Curiosamente rebuscando en los cajones vacíos de mi árida angustia llegué hasta ti, desvestí tus recuerdos, miré por tan solo dos segundos tu fotografía… respiré de tu aire el frío que tenía.

¿Dónde estarías ahora mismo? ¿Dónde estarás cuando estemos?

Perdona si te molesto, pero echo de menos que me acunes en estos momentos, que me abras los ojos…que me hagas sentir, que me hagas morirme de miedo. Temblar si me llamas, odiarte por no hacerlo…vivir.

Ser valiente, consecuente, no alejarme más de ti. Reconozco dabas miedo, pero ahora te quiero aquí, no confundas, es deseo el saber algo más de ti.

Nerviosa con tus preguntas, tus aciertos…tus sé que lo sabías, pues yo, yo también lo sé. Tu olor, lo acogedor de tu cuarto, su ventana.

El frío, la ropa tendida…tu canción. Sí, tú canción.

El tiempo que pasa, la vida que llevas, el ritmo que marcas, tu cara de sueño, tu mal despertar.

Los vicios que matan, alcohol que comparto…ni risa, ni llanto merecen hablar.

Dibuja el camino con tu carboncillo, prometo seguirlo si quieres andar, como tu quisieras yo no busco nada…si no buscas nada estamos en paz.